La novia del algoritmo me sedujo, y él me dejó sin indexar, con el blog desconsolado y en pelotas digitales

Se ve a un robot acariciando a su mascota e imitando al malo del inspector gadget

Durante días, mi blog La Última Página vivió en la sombra digital, tirado cual colilla en cenicero ajeno.

 

Google se negaba a indexarlo, y yo, como buen librepensador y negado total en estos quehaceres digitales tan modernos, me resistía como gato panza arriba a resignarme.


Revisé configuraciones, etiquetas, permisos; revisé hasta el color de mi orina y la partida de nacimiento de la tía Colasa, la del pueblo, pero ná de ná. Como si quieres arroz, Catalina.


En un determinado momento llegué a plantearme si, sin saberlo o recordarlo, en alguna borrachera de esas de tres días, me había acostado con la novia del algoritmo, que —me consta— tiene la goma de las bragas floja y se le van cayendo según camina. O que tal vez, en alguna desafortunada discusión, había mentado a su madre o los cuernos de su padre, y claro, debido a esto, pues no me concedía la tan orgásmica indexación por una inquina más que personal y justificada hacia mi persona.


Pero hoy, que no sé si por vicio o aburrimiento había decidido tocar un rato la flauta de Bartolo pensando en la citada novia del mamón hijodalgo algorítmico, mi mente —limpia ya de los efectos etílicos más desalmados— me sorprendió trayendo al mundo, de forma casual, imprevista y genuina, una idea simple pero brillante... y el misterio se resolvió.


La causa: YouTube.


Sí, YouTube. Porque por culpa de ese desgraciao, no me quedó más remedio que instalarme un bloqueador de anuncios que me permitiese ver a las jovencitas y jamonas streamers que, ligeritas de ropa, se promocionan en sus churrivídeos.


Bueno, para ser justo y honrado, diré que tal vez la culpa sea de esta mente calenturienta que tengo, pero al final el resultado es el mismo...


El bendito y al mismo tiempo jodido bloqueador de anuncios estaba interfiriendo con la prueba en tiempo real de Google Search Console.


 Al bloquear scripts esenciales de Blogger, impedía que el robot de Google pudiera ver correctamente mi página. En otras palabras, mi blog estaba para el rastreador mas oscuro "quel sobaco un grillo tuerto".


Como tipo genial que soy, al más puro estilo Tesla, Einstein o la tía Enriqueta —que va por Favareta montada en bicicleta y lleva una camiseta que pone... ¡Arsenal!— desactivé el bloqueador específicamente para Blogger. Volví a probar la URL en Search Console y… ¡milagro! Por fin me veo el nardo... ¿Qué...? ¡No!, perdón. ¿En qué estaría yo pensando? Por fin la página fue detectada, indexada y bendecida con un glorioso HTTP 200 OK.


Este episodio me deja una lección: a veces, los enemigos no están en el código ni en los algoritmos, sino en el porno, las chavalas ligeras de ropa, la birra y, tal vez... en las inocentes y traidoras herramientas que utilizamos para que no nos coman la cabeza con anuncios y podamos recrearnos —aunque solo sea en nuestra imaginación— en que lo que nos comen esas tías se encuentra un poco más al sur en la silueta de nuestra anatomía salidilla...


... Y bueno, tal vez que la persistencia, que incluso cuando parece inútil, puede dar frutos inesperados.



Las tías buenas están ahí fuera, pero a veces hay que activar una extensión para poder verlas sin interrupciones. 


Yo mismo, después de vencer al algoritmo.


LOUIS

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