EL S.D.A. La enfermedad que salvó al mundo

 


se ven un motón de políticos con cara de zombies



En agosto del año 2025, el mundo fue testigo del inicio de la mayor transformación social y de libertad acaecida en la historia de la humanidad.


Y todo ello, como resultado del brote epidemiológico de un nuevo tipo de virus en un país al sur de Europa llamado España.

 
Desde allí, se extendió en un breve lapso de tiempo al resto del mundo, sin que nada ni nadie fuese capaz de contenerlo.


Un letal virus que, con una biopeligrosidad de nivel cuatro y una tasa de mortalidad del 99%, fue el causante, en tan solo unas semanas, de la extinción masiva en el planeta Tierra de una mezquina y odiada casta parasitaria.


Esta, es su historia...

 
 
No soy capaz de recordar qué día de la semana era exactamente cuando fuimos testigos por televisión del principio del brote.

 
Pero sí recuerdo que se produjo al mediodía; yo me encontraba sentado a la mesa comiendo, mientras en la televisión emitían las imágenes en directo de una declaración institucional por parte del "Presimiente" del gobierno.

 
Este, en su línea, permitía que sus labios articularan toda clase de necedades y falsedades que, retransmitidas en directo a toda la ciudadanía del país, pronunciaba en la sala de prensa de Moncloa.

 
Pero lo realmente curioso de todo aquello no era lo que afirmaba con una desfachatez alarmante; lo verdaderamente preocupante es cómo lo hacía, dirigiéndose, no a la cámara que lo grababa, sino a un inexistente público que él sí parecía ver.

 
Dejé sobre la mesa el cubierto y girándome hacia mi esposa, le pregunté desconcertado...

 
Cariño, ¿A quién cojones le está hablando este tío?

 
¿Cómo que a quién le está hablando? Le estará hablando a los periodistas que se encuentran en la sala de prensa, digo yo. ¿No ves cómo mira hacia ellos desde el atril y gira la cabeza a derecha e izquierda?

 
Pero... Sí antes se ha visto la sala y estaba vacía.

 
¿Vacía? Tú sí que tienes vacía… pero la cabeza. —Y diciendo esto se echó a reír.

 
En un momento dado y como si el operador de cámara me hubiese leído el pensamiento, realizó un barrido de imagen a través de la sala y efectivamente estaba desierta.

 
Mi mujer, que en ese momento estaba con la mirada fija en la pantalla, exclamó sorprendida.

 
¡Coño, es verdad!... ¡Si ahí no hay nadie!

 
¡Tú ves! Ya te lo había dicho, el tío está ahí más solo que un ajo, pero hace como si estuviera la prensa acreditada presente.

 
Sí, ya... ya lo veo. Este hombre cada día está peor, está perdiendo la cabeza, pero a la carrera.

 
Será que dice tantas mentiras que ya se las empieza a creer. —Y los dos rompimos en carcajadas.

 
En un determinado momento, el presimiente, inesperadamente, detuvo su discurso, y con el rostro denudado, mostrando claros signos de que algo le estaba sucediendo a nivel orgánico, se apoyó con las dos manos en el atril, sudando copiosamente, para después volver a incorporarse y sufrir una arcada al tiempo que se rascaba compulsivamente la frente y la mejilla derecha.

 
¡Ay, madre! Que el "Presimiente" la palma —dije ojiplático, contemplando tan inusual escena.

 
Cariño, que sí... que le está dando un yuyu. Mira cómo suda y cómo se ha hecho la cara de rascarse —dijo mi mujer estremeciéndose.

 
En ese momento se cortó la emisión, volviendo la conexión al plató del telediario.

 
El presentador, aún turbado por lo que acababa de presenciar y sin darse cuenta de que se encontraba en directo, permaneció unos segundos en silencio, con la mirada perdida, intentando asimilar todo aquello.

 
En un momento dado, alguien del estudio debió advertirle de la situación y él, reaccionando, miró a cámara y dijo:

 
Ya lo han visto ustedes, al parecer el presidente ha sufrido algún tipo de indisposición. Esperamos que no sea nada de importancia y se reponga lo antes posible. Desde aquí estaremos pendientes de cualquier novedad y se la trasladaremos tan rápido como la conozcamos.

 
Aquella fue la primera vez que, aunque lo desconocíamos, fuimos testigos involuntarios de los primeros síntomas que mostraban los infectados por SDA (Síndrome Dermotóxico Autoinmunizante).

 
Durante veinticuatro horas, no se conoció reporte oficial alguno informando de la salud del presimiente, y si había motivos de preocupación reales, en lo que a esta se refería.

 
La expectación durante esas horas creció de forma progresiva; todos los medios se hicieron eco de lo sucedido y especulaban arbitrariamente sobre los síntomas que se habían podido presenciar y la desconocida causa responsable de los mismos.

 
La mañana siguiente abrió con la incertidumbre copando los principales espacios informativos ajenos y patrios, al igual que las portadas de toda la prensa nacional, junto con la de los principales medios extranjeros. Todos se preguntaban qué le pasaba al presimiente, pero si alguien conocía la respuesta, la mantenía celosamente oculta por el momento.

 
No fue hasta varios días despues, que por medio de la edición de sobremesa del telediario, los españoles al unísono escuchamos hablar por primera vez del SDA.
 
 
Así como también informaron que se estaba investigando para conocer si este estaba relacionado directa o indirectamente con un nuevo virus que había hecho su estelar aparición en la escena social y política del país.

 
Aquel desconocido y temido patógeno, al igual que otra sustancia que más tarde se descubriría, fueron bautizados por el Dr. M. Gramaje, la primera persona en identificarlos, como: Gramavirus y Gramajicina.

 
Las primeras informaciones que se hicieron públicas resultaron ser de una parquedad en datos desesperante; según se dijo, no existía un conocimiento previo de aquella enfermedad.

 
Al parecer, viéndose desconcertados ante la evolución de los síntomas que el presimiente estaba experimentando y basándose, exclusivamente, en los indicios que en esos momentos conformaban la totalidad de la paupérrima información de la que disponían, se vieron obligados a buscar opiniones médicas en lugares que distaban mucho de los concordantes habituales con su propio credo.

 
Haciendo uso de tan poco ortodoxo recurso para ellos y después de descartar la mayoría de las opciones iniciales, llegaron finalmente hasta la que casi podría considerarse como su némesis: El departamento de Patología Moral del Instituto de Bioética Aplicada.

 
Al cargo de este, prestando sus conocimientos y desarrollando sus labores profesionales, se encontraba el Dr. M. Gramaje.
 
 
Cuando el doctor, a primera hora, recibió la llamada de un individuo que se identificó como parte del personal adjunto más cercano al mentiroso y doliente gobernante, no dio crédito a la insólita petición de la que lo hicieron part
ícipe.

 
Querían que se personase esa misma mañana en Moncloa para examinar al presimiente y que para ello le habían enviado un coche oficial, uno de los muchos que tenían para su uso y disfrute personal pagados por todos los contribuyentes, y que ya se encontraba delante de la puerta del Instituto de Bioética aguardándolo.

 
El doctor aceptó, dubitativo, la sorpresiva demanda. Tras apagar su portátil y aún uniformado con la omnipresente bata blanca, se dirigió al encuentro de quien, sin dilación, lo trasladaría directamente ante la presencia de tan poderoso personaje.

 
Una vez que hubieron llegado a la Moncloa y tras ser recibido en persona por la mismísima primera dama, fue conducido con celeridad hasta la alcoba presidencial, donde un abatido presimiente guardaba reposo obligatorio en el lecho conyugal.

 
El Dr. Gramaje, con impecable profesionalidad, pero con la marcada amabilidad y cercanía que lo caracterizaba, le explicó minuciosamente la forma y manera en la que iba a proceder, para con ello calmar y relajar a su notorio paciente.

 
Observó con detenimiento los nuevos síntomas; el presimiente presentaba en su frente una especie de sudoración sanguinolenta y un sarpullido pútrido en diferentes partes de su cuerpo.

 
Tras hacer esto último, llevó a cabo el examen físico de aquella persona que, por momentos, escalaba posiciones en una intangible gráfica de decrepitud.

 
Cuando dio por finalizada la cotidiana práctica, tan común en cualquiera de las consultas de los centros de salud y hospitales del país, que no habían tenido que ser clausuradas por falta de medios y personal, decidió que, aunque ya se habían tomado muestras y se habían analizado, él lo volvería a hacer y realizaría sus propios análisis en el Instituto de Bioética.

 
El doctor extrajo del bolsillo derecho de su bata una pequeña grabadora de voz, y pulsando la tecla Rec, registró en ella cuanto había observado, de forma y manera que, más tarde, en la tranquilidad de su despacho, pudiese escuchar sus notas y analizar la información obtenida con el fin de intentar formular una teoría que explicase de forma plausible todos aquellos síntomas.

 
Cuando finalizó la grabación, pidió que le fuesen facilitados recipientes estériles y el utillaje necesario con el que poder recoger tanto muestras de sangre de las pequeñas hemorragias capilares de la frente, como pequeñas biopsias de la piel donde el sarpullido se hacía más patente.

 
Tras tan solo una hora dio por terminada su labor en aquel lugar impío, epicentro mismo de la mayor de las corruptelas, y pidió que lo llevasen de vuelta al Instituto de Bioética.

 
Como era de suponer, antes de que dicha petición se materializara en un hecho real en sí mismo, fue objeto de un acoso en forma de interrogatorio, que fácilmente se podría haber considerado como de tercer grado, por parte de la "presidenta en la sombra" y los diversos lacayos interesados, que se congregaban como aves de rapiña en derredor de su amo y señor.

 
Pero lo que aquellas impacientes personas, por llamarlas de alguna forma educada y civilizada, no entendían, era que el presionado galeno aún no contaba con respuestas fidedignas a todas aquellas preguntas, sin incurrir en errores causados por la premura de unas conclusiones poco o nada meditadas y contrastadas.

 
Aunque lo que más llamó su atención fue el interés común que todos mostraron por conocer si el mal del que adolecía "Il Capo" era contagioso.

 
Cuando finalmente estuvo de regreso, se encerró en su laboratorio, y al mismo tiempo que preparaba todas aquellas muestras obtenidas para poder ser analizadas, escuchaba las notas de voz que astutamente había tenido la precaución de grabar.

 
La tarde se consumió en un ejercicio mental de formulación de teorías basadas en premisas que las sustentaban en un principio para dejarlas caer después.

 
Siguiendo el orden natural de los ciclos, el manto de la irreductible noche cubrió el cambiante mundo que a su alrededor pasaba desapercibido y con ella, al fin, le fueron entregados los tan ansiados resultados de los análisis practicados a las muestras y los montajes de otras tantas preparadas para observar en el microscopio electrónico.

 
Estudió concienzudamente los resultados una y otra vez, concentrando en esta labor cuanto potencial de intelecto pudo reunir, pero había algo que se le escapaba, algo que aún era incapaz de ver y que lo llevaba siempre y de forma metódica a fracasar en su búsqueda del esquivo culpable.

 
La presencia de aquel básico organismo había sido sumamente sencilla de detectar, pero aunque desconocido, no se podía considerar ese virus como un patógeno peligroso.


 En las pruebas que habían realizado no había mostrado ningún tipo de interacción con el huésped animal en el que había sido inoculado, ni tampoco con el tejido y la sangre humana activos. Se limitaba a estar allí, ni tan siquiera había intentado replicarse.

 
La única conclusión a la que se podía llegar era que, en sí, se trataba de un virus inocuo para los seres humanos, con la única salvedad de que hasta ahora nunca se había tenido constancia de él.

 
No encontraba nada más reseñable de aquel ser unicelular.

 
Regresó de nuevo al laboratorio para darse a la ardua labor de someter a la inquisitiva lente del microscopio, una por una, las muestras preparadas en una atmósfera controlada.

 
Las analizó al detalle de forma individual, luego las contrastó unas con otras en una vorágine de ensayos de prueba y error que lo mantuvo activo toda la noche sin ser consciente del cansancio acumulado, y cuando el fracaso más agudizaba el sentimiento de derrota que experimentaba y su mente ya le imploraba que aceptara la inevitable rendición, le fue revelada la verdad.

 
El arrebato provocado por su propia frustración, que lo llevó a, de un manotazo, hacer que salieran despedidos de su ubicación en el microscopio el montaje de cristales unidos al vacío que contenían una de las muestras para su observación, con la consecuente fractura de estos y la posterior reacción al oxígeno que penetró hasta ella por la grieta, llevó de forma casual a la resolución del enigma.

 
Cuando de nuevo colocó el montaje de cristales en su lugar para ver el alcance de los daños de los que él mismo era responsable... lo vio.

 
Ante sus ojos se mostraba lo que hasta ahora había permanecido discretamente oculto.

 
La sustancia oleosa que la piel exudaba y que destilaba un olor metálico, tal vez por contener hierro, en contacto con el oxígeno, provocaba una reacción química de oxidación de tipo redox que, de forma totalmente inaudita, era la causante de la aparición de una toxina que hacía reaccionar a la piel reabsorbiéndola de nuevo, y de esta manera, era capaz de llegar al torrente sanguíneo a través de los pequeños vasos capilares de la epidermis.

 
Pero aún con todo, aquello no explicaba la presencia del virus ni tampoco cómo se había generado ese elemento que, al reaccionar con el oxígeno, creaba la Gramajicina.

 
Ante él se mostraban ahora cuatro puertas; tras una se encontraba una salida que conducía hasta las respuestas que le permitirían conocer qué papel representaba aquel virus en la obra.

 
En otra, se encontraba la explicación veraz que le revelaría el origen de la sustancia oleosa de aroma férrico.

 
De las dos puertas restantes, solo una ya se encontraba abierta, mostrando quién era el tóxico asesino.

 
La última puerta, mantenía a buen recaudo a un tigre, y de abrirla, sin lugar a dudas sería su final y el de la humanidad, y alguien ya había girado la llave dejándola entreabierta; solo era cuestión de tiempo que el tigre probara a empujarla.

 
¿Qué le faltaba? Continuaba sin ver lo más importante, ¿cuál era el nexo que unía todas las piezas del puzle?

 
¿Dónde estaba?, ¿dónde se ocultaba a plena vista el detonante que todo lo unificaba?

 
La situación en la que se encontraba le transmitía una sensación similar a la que experimentaría quien, en lo alto de un terraplén que termina en el vacío de un precipicio, ve cómo la tierra se desliza súbitamente bajo sus pies, arrastrándolo sin remedio, mientras la desesperación lo invade ante la descarnada certeza de que no hallara objeto alguno al que poder asirse, en un último intento de burlar al filo de lo imposible el letal desenlace final.

 
Pero aún así, había algo que le resultaba extrañamente familiar en todo aquello, algo que le decía que, siendo cierto que la comunidad científica nunca había observado con anterioridad aquel nuevo patógeno, realmente no era tan reciente como parecía.


 Y era lógico que tuviese aquella sensación porque para él nunca fue una novedad, solo que aún no había sido capaz de recordarlo.

 
Y mientras luchaba por ubicar aquel pálpito en unas desconocidas coordenadas, espacio-temporales, de su pasado, la hemeroteca de su memoria hizo el trabajo sucio por él.

 
Y en un onírico destello de claridad reveladora, el nexo de unión se materializó frente a él, proyectado desde el interior de su mente, y abrazando por igual todas las piezas del puzle...

 
Después de terminar la carrera de Medicina y especializarse en una novedosa y reciente rama denominada Bioética, y empujado por un altruismo innato junto con una genuina vocación de ayudar a cuantos le fuese posible sin importar el dónde , decidió unirse a MSF (Médicos Sin Fronteras).

 
Durante más de una década, aquella unión lo cubrió con el polvo del camino de países, de ciudades, de pueblos, de aldeas... de tantos lugares, que el joven médico que dejó su casa siendo un ciudadano español, regresó a ella como ciudadano del mundo.

 
Tantos lugares fueron y tantas las personas que conoció, que recordarlos a todos sería como intentar contar los granos de arena de un desierto...


 Pero lo que sí recordaba con cristalina claridad eran aquellos tres caciques ruines por los que nada pudo hacer, y que todos ellos tenían cuatro cosas en común: la mezquindad, un egoísmo exacerbado, una necesidad patológica por imponer su voluntad y los mismos síntomas que mostraban los infectados por SDA.

 
Aquel pasado y este presente fueron los que le confirmaron lo que él siempre supo... Que sucediese esto tan solo era cuestión de tiempo.

 
El nexo de unión oculto, pero que siempre permaneció a la vista, no podía ser otro que aquel mentiroso compulsivo. ¿Cómo no? Siempre fue él: el presimiente.

 
El doctor descolgó el teléfono y llamó al número que le habían facilitado, y al que debería comunicar sus descubrimientos y conclusiones con respecto al caso.

 
Cuando al otro lado de la línea una voz le pidió que se identificara, este, sin poder evitar un cierto tono de euforia lo hizo, para a continuación informarles que debía realizar una última prueba que, sin lugar a dudas, les contestaría definitivamente todas las preguntas que hasta ahora nadie había sido capaz de contestar.

 
Cuando el doctor volvió a encontrarse frente a su paciente, una involuntaria sonrisa afloró a sus labios, a lo que el presimiente reaccionó hoscamente.

 
Doctor, ¿por qué sonríe?, ¿Acaso le resulta satisfactorio verme en esta situación?

 
No, señor. Le aseguro que no se trata de eso.

 
¿No? ¿Y bien, de qué se trata?

 
Estoy convencido de que he dado con la respuesta, pero para saberlo con exactitud, necesito realizarle una última prueba. ¿Le parece bien?

 
Sí, doctor. Tiene usted mi permiso para realizarme esa última prueba y después se puede ir usted a la mierda o a donde prefiera —contestó asqueado el presimiente

 
El doctor lo miró con una expresión seria, pero no respondió en manera alguna a tal impertinencia, aunque pensó para sí mismo:


Mentiroso, ladrón y gilipollas. El señor se ha cebado contigo. ¿Verdad, capullo?

 
Aquella última prueba consistía en hacerle unas preguntas sencillas basadas en datos de índole oficial aportados por el gobierno, con el fin de informar a la ciudadanía de la buena salud democrática, económica y social de la que disfrutaba sobradamente España, siempre, claro está, según ellos.

 Y él, una por una, debería responderlas como su posición y cargo demandaban, con total veracidad.

 
No tuvo que esperar mucho el buen doctor para comprobar que su suspicaz intuición había conducido por la senda correcta a su dilatado intelecto.

 
Tan solo un par de preguntas, de las muchas que tenía en mente realizar, bastaron para ver como, al contestarlas con obvias falsedades el estado del presimiente empeoraba de forma notable.

 
Con la segunda falacia que salió por su boca, este empezó de nuevo a sudar de forma descontrolada, percibiéndose un olor metálico en la secreción exudada.

 
El Dr. Gramaje continuó con la tanda de preguntas que, a medida que se sucedían, obligaban a aumentar el nivel de cinismo y falsedad necesarios para ser contestadas de forma que resultasen políticamente correctas.

 
Después de cuatro preguntas más, se hizo inequívocamente prioritario dar por finiquitado tan curioso y revelador interrogatorio.

 
El paciente, además del sudor con tan característico aroma y de la urticaria persistente en diversas partes de su cuerpo, de nuevo había comenzado a sangrar por los poros de la piel de su frente e incluso esta vez por los lagrimales.

 
 Por si esto fuera poco, la urticaria, a medida que las mentiras aumentaban en desfachatez, otra vez se estaba transformando en un sarpullido pútrido que progresivamente se iba extendiendo ante la incrédula mirada del médico.

 
Bueno, creo que con esto será suficiente; ya tengo todos los datos que me eran necesarios para emitir un diagnóstico plenamente acertado.

 
Me alegro mucho, Eminencia. Ahora, si no es mucho pedir... ¡¿Podría usted decirme de una puñetera vez qué me está ocurriendo?!

 
El doctor, de nuevo, volvió a mirarlo con la misma cara de póker, y tras reflexionar unos segundos le contestó con el tono más amable del que pudo hacer acopio.

 
Señor, creo que ya tengo una respuesta para darle, pero deberá esperar hasta mañana.


 Primero he de regresar al instituto y contrastar los resultados de esta prueba con el resto de datos e indicios que he recabado.


Debo cerciorarme de que el diagnóstico que emita no de lugar a margen de error alguno. Y ahora, si no le importa, ¿podría usted ordenar que me lleven de nuevo al lugar donde me recogieron?

 
 
El presimiente le lanzó una mirada de odio, como con las que solía agasajar al jefe de la oposición en los plenos del congreso. Finalmente autorizó la solícita demanda.

 
Cuando lo dejaron en la puerta del instituto, fue directamente al laboratorio.


Una vez allí, depositó unas notas manuscritas que había tomado durante la sesión sobre la mesa y sonrió.

 
Pensaba que, aunque cuando el presimiente le preguntó ya se encontraba en condiciones de poder dar una respuesta razonada, ese imbécil se merecía disfrutar unas horitas mas de su abrumadora incertidumbre; eso como poco, por mamón, desagradable y prepotente.

 
El Dr. Gramaje, satisfecho, abandonó el laboratorio y fue en busca de un merecido café.

 
Con su mente ya relajada y con su preciado café en la mano, volvió a su despacho, y una vez acomodado en el mullido sillón tras su escritorio, giró la cabeza fijando la mirada en el paisaje que se abría paso a través de la ventana, y a la vez que tomaba un sorbo del reconfortante brebaje, fue consciente de la verdad absoluta que aseveraba la locución latina "Tempus Fugit"...

 
En el horizonte, las primeras luces del alba hacían su majestuosa aparición, y con ellas, el indefectible ocaso de la noche, que se desvanecía tan rápidamente como horas antes había llegado.

 
Las conclusiones a las que el doctor había llegado eran del todo irrefutables. Cierto es que nunca llegaría a conocer de dónde provino el Gramavirus, y la verdad es que ni tan siquiera sentía curiosidad al respecto.

 
Tal vez su origen fuera artificial y hubiese sido creado en algún oscuro laboratorio oculto en el interior más profundo de una remota montaña del todo inaccesible y luego premeditadamente liberado en nuestro país por ser la cuna de los políticos más vergonzosos de Europa.

 
O que tal vez la madre Gaia, cansada ya de ver sufrir a miles de millones de sus hijos a manos de un puñado de viles garrapatas que jamás harían nada por conocer la satisfacción de una conciencia y una vida honrada forjada mediante el fuego eterno del propio sacrificio y esfuerzo personal, diera forma y vida a tan minúsculo ser, que por misión vital le habría sido ordenado tan solo afectar a esas malditas sanguijuelas.


 Para después, introduciéndolo en alguna de sus pequeñas creaciones, esas que se arrastran, vuelan o trepan, que lo diseminaran por entre el reino de los hombres y con ello firmar su sentencia de muerte; poco o nada importaba ya.

 
El doctor contemplaba estas dos opciones, y como ya he mencionado, ni sabía ni quería saber cuál de las dos era la correcta, pero lo que sí conocía era el modus operandi de aquel microscópico milagro.

 
El gramavirus estaba dotado de una cubierta básicamente compuesta de proteína, pero una proteína jamás vista con anterioridad, una proteína prácticamente indestructible.

 
No le afectaban ni las defensas corporales, ni los agentes químicos, fueran del tipo que fueran, ni los rayos ultravioleta, ni cualquier otro tipo de radiación.

 
Había evolucionado hasta el punto de ser capaz de propagarse utilizando cualquiera de las vías de transmisión conocidas, tanto por el contacto directo o indirecto de fluidos corporales con heridas abiertas como directamente por absorción cutánea.

 
Podía igualmente transmitirse por vía sexual a través de heridas en los genitales o a través de las propias mucosas.

 
Al ser ingerido en alimentos o líquidos contaminados, su cubierta proteica lo protegía de las enzimas y del ácido clorhídrico del estómago, y una vez en el intestino, alteraba su permeabilidad y superaba de esa manera la barrera intestinal distribuyéndose libremente por todo el cuerpo.

 
Pero si tenía una forma efectiva por excelencia de contagio, su superpoder secreto era el de transmitirse de forma aérea y ser capaz de quedarse suspendido en el aire y sobrevivir en él de forma indefinida hasta encontrar un huésped.

 
Una vez se había introducido en un cuerpo humano, el Dr. Gramaje aún no era capaz de identificar a ciencia cierta el mecanismo que desencadenaba su activación, abandonando el estado de letargo en el que se hallaba inicialmente, provocando con esto que comenzase a replicarse millones y millones de veces por hora, pero estaba convencido de que debía estar propiciado por algún tipo de señal eléctrica generada en la sinapsis o algún marcador químico que se liberaba en ciertos grupos de personas condicionado por su forma de actuar, de sentir y de pensar.

 
Una vez el virus se encontraba activo, se introducía en las células epiteliales de la piel, y a medida que esas señales eléctricas o esos marcadores químicos, o tal vez ambos, se producían, modificando con su ARN la función programada en el ADN de la célula, la secuestraba y esta a partir de ese momento comenzaba a producir la sustancia oleosa de aroma metálico.

 
Esta sustancia era excretada al exterior de la misma forma que el sebo, y al entrar en contacto con el oxígeno del aire, se producía una reacción química que transformaba a aquella sustancia en una toxina letal que era reabsorbida por la piel, pasando a través de los pequeños capilares hasta el torrente sanguíneo, y desde allí, distribuyéndose por todo el cuerpo, licuando cuántos órganos se cruzaban en su camino.

 
Cuanto más tiempo supiese conscientemente la persona que estaba mintiendo, y cuanto más tiempo mantuviese un comportamiento y unos actos mezquinos y ruines, y cuanto más aumentara de intensidad todos estos factores, más cantidad de toxina se generaba y más rápida era la completa degradación interna del huésped.

 
Por lo general, una vez el político se infectaba con el virus y este se activaba, dependiendo de si tenía un mayor o menor perfil en el desarrollo de sus actividades políticas, el tiempo promedio de supervivencia oscilaba entre los quince y treinta días de vida antes de terminar siendo lo más parecido a un batido de frutos rojos.

 
Esta es toda la información que, por el momento, nuestro buen doctor conocía, pero creo con sinceridad que era más de la que ya le interesaba a estas alturas.

 
Al día siguiente, hacia las ocho de la tarde, Moncloa hizo públicamente una declaración acerca del estado de salud del presimiente. 
 
En él restaban importancia al suceso presenciado por televisión, achacando a un exceso de agenda y de carga de trabajo el transitorio estado de debilidad del mandatario.

 
Y mantuvieron esta versión hasta que, a finales de semana, tal vez por la descoordinación propia de un gobierno formado por incompetentes y chorizos de manual, se hizo más que patente que estaban dando información falsa.

 
Tal conclusión quedó manifiesta porque contrastaba poderosamente el comunicado de Moncloa de las ocho de la tarde con la declaración que a las tres de esa misma tarde había realizado de forma oficial la portavoz del gobierno.

 
En los medios audiovisuales se pudo ver y escuchar a una más que evidentemente nerviosa portavoz del gobierno, afirmando que existían altas probabilidades de que los síntomas mostrados fueran, efectivamente, compatibles con la enfermedad recientemente descubierta por el Dr. Gramaje.

 
Claramente, se trataba de otra contradicción que dejaba al descubierto una mentira más por parte de la administración.

 
Aquella misma noche, comenzaron a filtrarse a través de los medios oficiosos los primeros rumores que aseguraban tener constancia, por parte de fuentes que aseguraban gozar de total credibilidad, de un número bastante elevado de personas que presentarían los mismos síntomas. 

 
Aquellas mismas fuentes no solo afirmaban con rotundidad la veracidad de los datos aportados; además, insistían en que todos los supuestos infectados pertenecían a un mismo ámbito laboral... El de la política. 

 
Las notas de prensa, en relación con la salud del presimiente, se actualizaban cada dos días, remarcando su estado como pronóstico reservado, pero asegurando que evolucionaba satisfactoriamente, y que su vida siempre se había encontrado fuera de peligro. 

 
En ninguno de los partes médicos hechos públicos se mencionaba por qué dolencia se veía afectado; se limitaban a decir que le estaban realizando diversas pruebas clínicas con la finalidad de poder dictaminar de forma inequívoca un diagnóstico concluyente, pero ya nadie tenía dudas acerca de lo que lo mantenía recluido, alejado de la escena pública.

 
Pero aunque se obcecaban en ocultar su verdadero estado de salud, lo que ya no era ningún secreto es que, al cabo de una semana, se contabilizaban en casi un millar los nuevos contagios por SDA de entre las filas de  políticos españoles  como consecuencia de haber comenzado sus cuerpos a generar, de forma natural, la toxina conocida como Gramajicina.

 
Durante los primeros tres días no se tenía constancia de brotes más allá de la península ibérica, ni del porqué de los motivos que llevaban a generar de forma espontánea a ciertas personas aquella toxina causante del síndrome y que todo indicaba que tan solo afectaba a políticos y a miembros de alta dirección de determinadas entidades comerciales privadas y públicas de gran envergadura.

 
Pero tan solo diez días desde el supuesto paciente 0; en España, la cifra oficial rondaba los treinta mil políticos infectados y una cifra indeterminada de directivos de empresas. Para ese entonces, la enfermedad no solo había escapado de nuestras fronteras, había sido capaz de saltar el charco y en EE. UU. y Canadá ya se habían declarado casi dos centenares de brotes con decenas de infectados en cada uno de ellos.

 
En esas fechas, los infectados a nivel global, aunque no se contaba con cifras realmente verificadas, ya se estimaban en centenares de miles.

 
Para ser honestos, hay que decir que todos los problemas que la enfermedad circunscribió en torno a un solo país y que provocó inicialmente el más absoluto de los caos y el pánico entre su población, en aquellos momentos en que oficialmente la situación era ya la de una pandemia en toda regla a nivel global, el sentimiento generalizado había experimentado un giro de 180 grados.

 
Los ciudadanos de todos y cada uno de los países afectados no hacían nada ya por ocultar su alegría, celebrándolo por las calles con efusivas y espontáneas muestras de verdadera felicidad.

 
Y esto en gran medida fue debido a la publicación por parte de la OMS del primer informe fehacientemente comprobado y contrastado por la comunidad científica internacional, lo cual le confería al mismo un grado máximo de credibilidad, y que fue redactado por un grupo multidisciplinar de especialistas médicos designado por la OMS, Naciones Unidas y por el CDC norteamericano, y lógicamente, dirigido por el Dr. M. Gramaje, descubridor del Gramavirus y la toxina Gramajicina.

 
El impacto de aquel primer y último informe en la comunidad internacional fue demoledor; ni los peores augurios habrían sido capaces de pronosticar la magnitud y rotundidad de las cifras que en él se daban. 

 
Pero si las cifras, ya de por sí solas, podrían haberse considerado de proporciones bíblicas, las causas, sin lugar a dudas y por méritos propios, podrían haberse englobado dentro de la categoría reina... La de Castigos Divinos.

 
Para cuando ciertas voces discordantes intentaron socavar la veracidad e integridad de dicho informe, el número de infectados por el mortal SDA entre las filas de políticos y de altos directivos, tanto hombres como mujeres, así como de caciques y caciquillos locales, ya ascendía a millones en todo el planeta; la extinción en ciernes de toda una élite chupóptera y carente de la más mínima moralidad, ahora era una realidad imposible de ocultar.

 
Pero retrocedamos de forma momentánea unos pocos días...

 
A los 11 días exactos de haber mostrado los primeros síntomas del SDA, el presimiente quiso despedirse de su pueblo con un postre discurso, al más puro estilo del discurso de Navidad del rey, y este fue retransmitido de forma excepcional, alterando su programación, por todos los canales televisivos y todas las emisoras de radio del país.

 
Sentado en un butacón orejero en su dormitorio del Palacio de la Moncloa, ataviado para la ocasión con una bata y un batín de índole hospitalaria, supongo yo que para marcharse tal como vivió, intentando dar pena.

 
Para terminar de completar la escena, supongo que para crear más ambiente, se podía observar una chimenea encendida como telón de fondo, a pesar de ser el mes de agosto y contar con una temperatura exterior que rebasaba los 39 grados centígrados.

 
Debido a esto, es razonable pensar que aquella fuese la razón por la cual sudaba más que un pollo.

 
Estas son las perlas finales que nuestro presimiente nos dejó como epitafio póstumo...

 
Ciudadanos, ciudadanes y resto de identidades de género extraño, seáis lo que seáis.

 
Hoy, me presento ante vosotros para despedirme. La enfermedad que negué padecer desde un principio y que hoy y aquí, con algunas de las últimas palabras que tendré para con vosotros.

 
Os aseguro y podéis creerme, porque jamás os he mentido, y que, aunque no estoy infectado por ella, me ha dejado hecho polvo.

 
Sé que algunos de vosotros, los menos, pensaréis que miento, pero creedme cuando os digo que la enfermedad que llaman SDA, y que me está jodiendo vivo la muy puta, yo os aseguro que no existe.

 
No es más que un bulo, un fake, una patraña inventada por la ultraderecha y proclamada a los cuatro vientos por la máquina del fango que sirve a los poderes fácticos cual perrito faldero.

 
Amigos, amigas, amigues.

 
Hoy, por última vez, comparezco ante vosotros sin maquillar... mis actos.

 
Hoy, comparezco ante vosotros para haceros, por última vez, partícipes de la verdad... de mi verdad, como siempre hice.

 
Intentamos mantener la estabilidad elevando la presión fiscal hasta niveles históricos. 93 subidas, ¡sí, noventa y tres! ¿Cuándo ha hecho eso el partido de la oposición por todos vosotros? Yo os lo diré: ¡Nunca!, ¡pues nosotros lo hicimos!

 
Subimos el IVA del aceite, la electricidad, el aire acondicionado y hasta el de los recuerdos felices. Todo por vosotros, por todo el país. Bueno… no por todo el país; para nosotros no lo hicimos, para nosotros, solo nos subimos el sueldo.

 
¿Os dais cuenta de lo que es gobernar desinteresadamente solo por pura vocación de servicio al ciudadano?

 
Creamos más impuestos que empleos. Hasta gravamos los silencios incómodos en el Congreso con cánones que pagasteis vosotros.

 
Sí, hubo déficit de propuestas, pero lo compensamos con superávit de recaudación. ¿Será capaz de negar esto la oposición?… ¡No, os lo aseguro!

 
Hacienda no duerme, pero tampoco yo. No por culpa del virus, no.

 
Sino, por el Excel que me dice que nos gastamos 42.000 millones más de lo que ingresamos. Y eso no fue nada fácil de conseguir; tuvimos que robaros 2.200 euros más por hogar, de lo que ya os robábamos, y podéis estar tranquilos y confiar en mis palabras. ¡¡¡Creedme cuando os digo que no… no se os devolverá nunca!!!

 
En las próximas horas, tal vez en días, España dejará de tener representación política. No porque nos hayan derrotado en las urnas, no.

 
Si no porque nos autoextinguiremos, por ser como somos, leales a nuestros principios de latrocinio, y seremos así hasta la última de sus consecuencias, y sobre todo, nos autoextinguiremos, por culpa de una enfermedad que no existe, ¡y que se inventó la maldita ultraderecha!

 
Contribuyentes, contribuyentas, contri... bueno, no sé, contrialgo.

 
Hoy estoy aquí para contar verdades. Os he llamado así, no porque lo seáis... ¡¡¡Si no, porque es como nosotros os vemos!!! ¡¡¡No nos servís para otra cosa!!! ¡¡¡De verdad, os lo prometo!!!

 
Hoy me dirijo a todos vosotros, a todas vosotras, a todoas vosotres, A los que confiaron, a las que confiaran, a loas que confiaren, a los que dudaron, a las que dudaron, a loas que dudaren y a todos aquellos, aquellas y aquelles que simplemente ya no esperaban nada.

 
Vuestro, es este país que compartimos, y vuestro fue cada sacrificio que os pedí… por vuestro bien, claro, pero el beneficio me lo llevé yo.

 
Algunos dicen que intenté romper España solo por seguir en la poltrona... ¡¡¡Mentira!!! Nosotros creemos en la igualdad, no íbamos a romper España, íbamos a dividirla para darle a cada uno su parte, porque ya sabéis el dicho; Quien parte y reparte...

 
Os prometí que no subiría impuestos, que no tocaría los alimentos básicos, que la electricidad sería sagrada. Prometí no tocar la clase media ni su alma tributaria. Y cumplí... cumplí con todo lo contrario a lo que os prometí, y aún así os quejáis... ¡Hace falta ser egoístas!

 
Dije que no habría dedazo, que los cargos serían elegidos con transparencia. ¡Y así fue!, todo el mundo podía ver cómo los elegía yo. ¡Transparencia no faltó!...

 
... A medida que el discurso se desarrollaba, los 46 millones de ciudadanos españoles que seguían la retransmisión de este en directo fueron testigos mudos del milagro.

 
El presimiente, muy decrépito y perjudicado cuando comenzó a hablar, con el paso de los minutos se había venido arriba, pero no solo eso, su aspecto físico había comenzado a cambiar radicalmente y el Dr. Gramaje, que también presenciaba con especial interés aquel discurso, supo de manera inmediata lo que estaba sucediendo.

 
La Gramajicina retrocedía; el virus había desactivado un número importante de sus propios activos, y todo porque... ¡¡¡El presimiente, por primera vez en su vida, estaba diciendo la verdad y nada más que la verdad y además él lo sabía!!!

 
El problema era que si seguía así, tarde o temprano alguno de sus más de 900 asesores terminaría por darse cuenta, y si lo hacía, la esperanza que se cernía sobre la humanidad volvería a perderse y esta vez para siempre.

 
Sabía que tenía que hacer algo, pero ¿qué podía hacer él desde allí? La esperanza empezaba a desvanecerse de su corazón, cuando súbitamente una idea iluminó su pensamiento...

 
Estaba convencido de que se trataba de una buena idea, pero aún sin serlo, era la única que tenía, así que debía intentarlo por los millones de ciudadanos del mundo que se merecían ser felices después de toda una historia de la humanidad sumidos en la peor de las esclavitudes.

 
Decidido, se acercó al teléfono fijo de su despacho, lo miró y seguro de sí mismo, lo descolgó y llevó el auricular hasta su oído, para acto seguido marcar el número de emergencias que en Moncloa le facilitaron.

 
El teléfono dio tono, y una mujer de voz débil preguntó quién era. El doctor casi de forma instantánea reconocía dicha voz, aunque sonaba distinta.

 
Sin lugar a dudas, se trataba de la mujer del presimiente. Él se identificó y ella, molesta, le reprochó que llamara en aquellos momentos, cuando su esposo estaba pronunciando las últimas palabras que en esta vida podría dirigirle al pueblo español.

 
El doctor, fingiendo una falsa euforia, le dijo que había encontrado la cura, que aún no era tarde, pero que necesitaba urgentemente hablar directamente con su marido y que, por favor, le llevara el teléfono, aún a sabiendas de que se encontraba en directo.

 
Ella, debilitada sumamente por la enfermedad y anonadada por la felicidad que aquella noticia representaba, no se lo pensó dos veces y fue en busca de su marido lo más rápido que sus frágiles piernas le permitieron.

 
Cuando entró de forma súbita en la habitación, el presimiente, sin llegar a entender lo que sucedía, se quedó mirándola fijamente en silencio; ella, con lágrimas en los ojos, se acercó a él y sollozando, le dijo:

 
Cariño, cógelo. Es el doctor, necesita hablar...

 
¡Pero qué haces! ¡Has perdido el poco juicio que te quedaba!

 
Cariño, perdóname, pero es que el doct...

 
¡Ni doctor, ni leches! ¡Estoy pronunciando el que será el último discurso de mi vida política y física a toda España!

 
Estaba a punto de despedirme con un final apoteósico que haría que fuera recordado para siempre por el pueblo español y de esa manera pasar a los libros de historia, que es lo que siempre he querido.

 
Y tú has destrozado esa última oportunidad que me quedaba...

 
— ¡¡¡Escúchame, joder!!! ¡¡¡Es el Dr. Gramaje y dice que ha encontrado una cura y que aún estamos a tiempo!!!

 
¡¡¡Me cagon en el copón sagraó!!!, ¡¡¡pero...Coño, eso se avisa antes!!! —y poniéndose de pie de un salto, le cogió el teléfono a su mujer.

 
¿¿¿¡¡¡Doctor!!!???

 
¿Sí? ¿Presimiente, es usted?

 
Sí, doctor. ¡Dígame! ¿De verdad ha encontrado una cura? —preguntó el presidente con el rostro iluminado por la alegría— Dígame que sí, doctor. Por favor, dígame que la ha encontrado.

 
¡¡¡Qué coño voy a encontrar una cura, so desgraciao!!!

 
Ent..., entonces... No entiendo, doctor. Si no ha encontrado una cura... ¿Para qué ha llamado? —contestó el presimiente, pero esta vez con el rostro hundido en la peor de las miserias.

 
Le llamo porque le he visto por televisión diciendo grandes verdades y me he dicho... Voy a aprovechar que el marido de la hija del chulo putas de las saunas está de buenas, a ver si lo convenzo para que confiese por televisión todo lo que han afanado entre su hermanísimo y su mujer, la presidenta en la sombra

 
¡¡¡Eres un hijo de puta!!! ¡¡¡Te voy a enviar al CNI y te van a pegar tres tiros en los huevos!!! ¡¡¡Mentiroso de mierda!!! ¡¡¡Mi familia siempre ha sido honrada!!! ¿Me escuchas??? ¡¡¡Tanto mi hermano, como mi mujer, como yo, nos hemos comportado de forma ejemplar con todos los españoles!!! ¡¿Me oyes, cabrón?!

 
Y en un acceso de ira irrefrenable, y de nuevo congestionado, sudando sangre e invadiéndole el sarpullido pútrido las dos mejillas, lanzó el teléfono contra la pared, saliendo despedidos fragmentos del mismo al impactar contra ella, pero permitiendo aún escuchar a traves de el.

 
Luego, con los ojos desencajados y también sangrando, se giró hacia la cámara, y gritando a pleno pulmón, se dirigió de nuevo a todos los españoles.

 
¡¡¡Todo lo que se dice de mi familia es mentira!!! ¡¿Me oís?! ¡¡¡Todo!!!

 
¡¡¡Mi familia jamás se ha quedado con un solo euro de los españoles!!!

 
¡¡¡Mi familia jamás se ha aprovechado de mi posición para utilizar como le ha dado la gana ningún tipo de medio de transporte oficial del gobierno simplemente por capricho, al igual que yo tampoco lo he hecho!!!

 
¡¡¡Mi familia siempre ha sido honesta!!!, ¡¡¡siempre!!! ¡¡¡Jamás un euro indebido!!!, ¡¡¡jamás un trato preferente!!!, ¡¡¡jamás una adjudicación sospechosa!!!, ¡¡¡jamás un contrato incómodo!!!, ¡¡¡nunca un sobre por debajo de la mesa!!!

 
¡¡¡Nunca!!!, ¡¡¡Nunca!!!, ¡¡¡Lo juro!!!

 
¡¡¡Os miro a los ojos y os lo digo con la sinceridad que siempre me caracterizó!!!... ¡¡¡¡¡¡Nuuunnncaaaaaaaaaaaa, lo juro por Marx, por Engels y por los cojones peludos de Negrín!!!!!!!!

 
En ese momento el doctor escuchó al otro lado de la línea.

 
—¡¡¡PLOOOOOFFFFF!!! ¡¡¡CHAAAAAAFFFFFF!!!!
 
 
Colgó el teléfono y con calma se dirigió hacia el televisor. Con los ojos más abiertos de lo que nunca en toda su vida los tuvo, se quedó mirando la pantalla, intentando comprender lo que estaba viendo.

 
Y allí, en el centro del dormitorio presidencial, donde hasta hacía tan solo unos segundos había estado gritándole a la cámara como un verdadero poseso el presimiente, ahora, como único vestigio de cuánto fue, solo un enorme charco rosado con una especie de pellejo amoratado encima quedaba ya.

 
El doctor Gramaje apagó el televisor; no necesitaba seguir mirando por más tiempo aquella porquería pringosa del suelo.

 
Y como un Aníbal Smith ibero, cogiendo una varita de regaliz del cajón de su escritorio,  llevándosela a la boca y sujetándola entre los dientes, se dijo a sí mismo... —¡Me encanta que los planes salgan bien!
 
 
Este es el informe que el Dr. M.Gramaje redacto, y que muchos intentaron que no viera la luz jamás, pero fallecieron antes de conseguirlo.



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INFORME CIENTÍFICO: SÍNDROME DERMO-TÓXICO AUTOINMUNIZANTE (SDA)


 Por el Dr. M. Gramaje.

 
 – Director del Departamento de Patología Moral, del Instituto de Bioética Aplicada.

 
  – Director de la comisión multidisciplinar dependiente de la OMS para el estudio del SDA (SÍNDROME DERMO-TÓXICO AUTOINMUNIZANTE)

 
 
ATENCIÓN:

 
En este estudio se ha omitido de forma deliberada la mención del virus Gramavirus. Esto es debido a que, de momento, los mecanismos que desencadenan su activación continúan siendo desconocidos.

 
Cuando se disponga de la información veraz y contrastada suficiente, se emitirá un informe exclusivo sobre funciones y características del Gramavirus, que será adjuntado a este para completarlo y complementarlo.
 
Dr. M. Gramaje
 
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Nuestro planeta, al igual que nosotros mismos, se encuentra ante una constante evolución.

 
En nuestro caso, siempre hemos creído que, al contrario del planeta, que tan solo evoluciona de forma física, nosotros hemos sido capaces de evolucionar desarrollando esta en dos ámbitos primordiales:

 
La evolución física y la evolución de nuestro pensamiento y conocimiento. Durante toda mi vida estos principios se convirtieron en mi credo y guía personal.

 
Pero debido en gran manera a esa misma evolución de pensamiento y conocimiento que sostengo, estos mismos principios por los que siempre me guié han cambiado de forma notoria.

 
Ahora soy partícipe de un pensamiento común, que no es otro que el de unir el destino que nos rige al destino que rige nuestro mundo, y por ello me veo en la obligación de identificar nuestra propia evolución, con todo lo que ello conlleva, con la de nuestro planeta puesto que ambas van de la mano y ahora sabemos que comparten un mismo proceso evolutivo que hasta ahora desconocíamos.

 
Uno siempre velará por el bien del otro, y por ello, no se puede entender la existencia de ninguno de los dos si no existen de forma conjunta ambos dos, al igual que no se pueden entender sin la complicidad que marca un destino común llevándonos a cohabitar de forma individual en un global dual.

 
Esto ha marcado nuestras investigaciones haciéndonos enfocar de forma diferente un mismo problema, hallando respuestas que hasta ahora se escapaban a nuestra comprensión más básica.

 
Tras descubrimientos recientes, hemos confirmado que el SDA —una enfermedad que correlaciona cinismo extremo, falsedad reiterada y egocentrismo patológico con un proceso biológico autodestructivo— es capaz de avanzar en algunos casos hasta el punto de que, en un plazo máximo de 30 días desde su activación, puede destruir por completo un organismo sano de mente enferma.

 
La toxina cutánea, denominada Gramajicina, al contacto con el oxígeno inicia una reacción letal acelerada que es capaz de llegar a licuar los órganos internos del infectado.

 
Dr. M.GRAMAJE





 
 
Evolución por Estadio (Tiempo reducido)




 
                  Estadio                                        Día 


                   
I.      Activación Dérmica                              1–5 
                                
 
II.     Invasión Hemática                               6–12 
            
 
III.   Fusión Orgánica Interna                    13–20

 
IV.   Rabia Cognitiva                                   21–27

 
V.   Fallecimiento Autoinfligido                 28–30 


  
 
Síntomas y desencadenantes por estadio


 
I:       Sudoración grasa con aroma oxidativo, enrojecimiento facial ante verdades, picazón al pronunciar eslóganes

 
II:     Pérdida de empatía perceptiva, alucinaciones de poder absoluto, deterioro hepático leve

 
III:    Diarrea verbal ideológica, necrosis intestinal, dolor pectoral al ceder en debates

 
IV:    Espasmos al recibir críticas, lenguaje circular, fuga neurológica por defensas éticas

 
V:      Colapso multiorgánico, delirio de grandeza final, convulsiones vocales, paro moral y físico
 
 
ENSAYO CLÍNICO – Caso “Sujeto A: Político en Activo”

 
Nombre:  Confidencial

 
Perfil: Funcionario público con historial de contradicciones ideológicas, incoherencia empática, alta exposición mediática

 
Día 0:    Exposición prolongada a promesas vacías en campaña.

 
Día 3:    Primeras manifestaciones dérmicas: secreción oleosa, discurso inflamatorio ante oposición

 
Día7:     Reconocida incapacidad para responder sin usar evasivas.

 
Día 15:   Internalización crítica de Gramajicina, hemorragias retóricas.

 
Día 21:   Imposibilidad de formular frases coherentes sin hipérboles ideológicas.

 
Día 28:   Colapso renal y ético simultáneo durante una rueda de prensa.

 
Día 30:   Fallecimiento clínico confirmado. Última frase registrada: “Estamos siendo victimas de la maquina del fango y de la ultraderecha.”

 
 
 
Conclusión


Tras los estudios en individuos con patrones persistentes de falsedad extrema, cinismo y ausencia de empatía, hemos identificado una anomalía genética y epigenética que produce una secreción cutánea reactiva ante la exposición al oxígeno.


 Este proceso genera una sustancia denominada toxina Gramajicina, capaz de desencadenar una reacción tóxica sistémica.


El SDA en su forma acelerada se ha convertido en la principal amenaza para figuras con exposición constante a simulación empática y manipulación discursiva.


 La toxina moral activa vías destructivas fulminantes. No se ha encontrado cura efectiva.


El SDA representa un fenómeno psico-biológico en individuos cuyo poder, influencia o egocentrismo sobrepasa límites social crítico.


 Su detección temprana y la desintoxicación empática se proponen como únicos mecanismos preventivos.


 Se recomienda monitoreo psicológico, test cutáneo reactivo y seguimiento ético-cognitivo para grupos de riesgo.


El SDA es una patología letal desarrollada en individuos con conductas psicosociales corrosivas, especialmente en entornos políticos y empresariales de alto poder.


 La afección deriva en una autodestrucción biológica acelerada, producto de una reacción química entre secreciones dérmicas alteradas y el oxígeno atmosférico.


La Gramajicina representa un nuevo paradigma en toxicología social: la moral autodestructiva con fisiología letal.


 El único antídoto hipotético sería la práctica sostenida de la verdad, empatía radical y aislamiento del poder.

 
 
Etiología y Mecanismo de Acción


Genética: Predisposición hereditaria ligada al cromosoma 12q24, asociada a hiperactividad de genes relacionados con el narcisismo, manipulación social y anhedonia.

 
Epigenética: Los rasgos mencionados no solo activan la secreción dérmica, sino que mantienen abiertos los poros, favoreciendo la oxigenación interna y catalizando la reacción tóxica.

 
Toxina Gramajicina: Es liposoluble en su estado inicial; al contacto con el aire se vuelve hemotóxica y neurotóxica.

 
No hay cura una vez la toxina alcanza el torrente sanguíneo con concentración crítica (>30mg/L).
 
 
Recomendaciones
 
En sujetos con baja exposición ideológica, la progresión puede revertirse parcialmente mediante aislamiento empático y verdad forzada (terapia ética de choque).
 
Se recomienda el uso experimental del suero de la verdad, y periodos prolongados de contacto con la realidad como posibles métodos paliativos.
 


MECANISMOS DE CONTAGIO INTERPOLÍTICO




Los últimos ensayos han demostrado que la toxina Gramajicina, pese a generarse de forma endógena, posee un comportamiento mimético en entornos sociales cerrados con alta densidad de cinismo y poder institucional. Se confirma que el contagio entre sujetos políticos ocurre mediante tres vías principales:




 
1. Contagio por Discurso Tóxico (Vía Aérea Retórica)


Al pronunciar eslóganes falsos o defender verdades manipuladas en espacios compartidos, se libera micropartículas de Gramajicina oxigenada.
 
Estas partículas se inhalan y se alojan en las mucosas auditivas y nasales del receptor, provocando una activación anticipada de poros dérmicos.
 
Estudios muestran que una intervención parlamentaria de 20 minutos con alto contenido cínico puede bastar para infectar hasta a 30 sujetos cercanos.


 
2. Contagio por Contacto Cutáneo Formal


El apretón de manos entre políticos contaminados sirve de vía directa: la piel grasa contamina al receptor por absorción dérmica en menos de 30 segundos.
 
Eventos como cumbres diplomáticas o ruedas de prensa colectivas generan micro brotes en menos de 72 horas si no se usa protección empática (guantes sinceros).


 
3. Contagio Simpático por Reflejo Ideológico


La presencia constante en entornos donde se justifica la contradicción moral y se defiende la desinformación crea un caldo de cultivo emocional.
 
El receptor, aún sin contacto directo ni inhalación, puede activar su genética SDA latente al adoptar posturas ideológicas contaminadas.
 
Esto convierte el contagio en una forma de autoinducción por afiliación tóxica.
 
 
 
Rapidez de Propagación en Entornos Políticos


 
Entorno Político                                 Tiempo Promedio de Contagio

 
 
Reuniones de gabinete sin medidas éticas                1         hora  

Campañas electorales                                               24–48  horas

Debates televisivos                                                    15        minutos

Entrevistas pactadas                                                 45        segundos

Foros de corrupción institucional                           
Instantáneo
        
 
 
Nota del autor: Si bien la toxina Gramajicina no puede saltar a humanos con moral íntegra o políticos empáticos y honestos (inmunes naturales), cualquier exposición prolongada a ecosistemas ideológicos tóxicos incrementa el riesgo de desarrollar SDA en un 82%.
 
 
 
Ciudad       Nº estimado de políticos locales           colapso días
  
 
 
Washington D.C.                            6.000                        12 días
                               
Beijing                                            8.500                        10 días
                        
Nueva Delhi                                   7.200                        14 días
                         
Moscú                                             5.000                        11 días
                          
Berlín                                             4.800                        13 días
                          
Londres                                          5.500                        12 días
                           
París                                               4.900                        13 días
                          
Ciudad de México                         6.300                         15 días
                         
São Paulo                                      5.700                         14 días
                          
Madrid                                           4.600                         12 días                   
 
 
 
En ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, y Sevilla, el contagio se acelera por la alta densidad de corporaciones municipales y la exposición mediática constante.

 
 
 
Estimación por Países Principales


 
País                    Nº estimado de políticos     Tiempo de extinción

 
EE.UU.                            500.000                            30 días
                           
China                              600.000                             28 días
 
India                               550.000                             32 días
                                    
Rusia                              300.000                             29 días
                                    
Brasil                              400.000                             31 días
                                 
Alemania                        250.000                             30 días
                         
Reino Unido                   220.000                             30 días
                          
Francia                           230.000                            30 días
                         
México                            280.000                            32 días
                                    
España                            180.000                           18 días                         


Conclusión Apocalíptica



Para el 1 de octubre de 2025, el planeta habrá presenciado la desaparición del 99% de la clase política mundial. Siendo finalmente tan solo un 1% los que, debido a su honestidad, empatía y vocación sincera y desinteresada de servicio público, habrán desarrollado una inmunidad natural al SDA.

 
Estos últimos elementos discordantes, salvados por méritos propios de la total extinción, podrían formar nuevas estructuras basadas en verdad, cooperación y ética, garantes del bien común de la sociedad, actuando con y por ella.


Finalmente, tras haberse agotado los plazos temporales pronosticados,  la toxina Gramajicina habrá cumplido su ciclo, dando por resuelto su propósito: erradicar el poder sin empatía y honestidad por vía bioquímica.


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Cuando dio comienzo el mes de octubre del año de nuestro señor de 2025 se estimó que el planeta tierra había reducido su población desde el 1 de agosto de ese mismo año, en más de cinco millones de almas que no murieron... como los marines, se reagruparon en el infierno.
 


FIN


LOUIS

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